Hace apenas unas semanas, cundió la alarma universal acerca del cierre temporal de los grandes motores y comunicadores en la red. No podríamos opinar por la aplazada ley SOPA, acerca de quien tenga la razón o no. El hecho es que prendió las alarmas y poniéndole imaginación de ignorante al asunto, se pregunta uno como sería este mundo de hoy sin la Internet.
Una lista mínima de cambios de conducta es aterradora: los famosos correos electrónicos morirían y seguramente los pitos de los carteros de antaño renacerían. El chat sería irrealizable y los alumnos en clase se aburrirían de tanto escuchar a sus docentes. Terminarían, las comunicaciones vía Skype y la visión de los saludos visuales por la Web cam . Al dejar de existir, volvería uno a sentir que los parientes en el exterior siguen muy alejados, tocaría pedirles que escribieran por lo menos cada quince días. Inevitablemente tocaría a las entidades bancarias contestar el anticuado teléfono fijo para escuchar los reclamos de los clientes dolientes. Las oficinas del gobierno y administración tendrían que reenganchar personal para mostrar cara de puño y atender visitantes reales.
Los estudiantes virtuales tendrían que estudiar alternativas en entidades presenciales. El caos y la confusión llegarían al punto que irremediablemente el 2012 sería el último del planeta; tal como afirmaban las profecías mayas.
¿Quizás no? ¿Acaso no sería más grave que siguiera creciendo la red de la Internet en progresión geométrica? Entonces sí, sería creíble que llegara el fin del mundo ahogado por esa red que todo lo acapara que todo lo interviene, hasta la respiración del humano que necesitaría un software especial para realizarse.
